Lenguas Cansadas
- Sergio Lagos
- 28 ene 2024
- 2 Min. de lectura

¿Cuánto mentimos los seres humanos? Me pregunté entre pensamientos nublados por el calor de la tarde, o tal vez influido por el imparable vaivén del día a día, debido al cúmulo de noticias verdaderas o falsas que bombardea nuestros sentidos. Quise conocer algunas estadísticas; hay variadas respuestas desde dos a 20 mentiras diarias, promedio por persona; esta singularidad, sin duda repercute influyentemente en nuestra vida interior.
La lengua es un pequeño órgano, y uno de los más importante del cuerpo humano que sirve para múltiples funciones, que ayuda a la vez, a conectarnos con el mundo exterior. La lengua es el medio para diferenciar por ejemplo lo amargo de lo dulce, pero no diferencia entre una maldición y una bendición.
Está en constante movimiento y nunca se agota, nunca he escuchado decir: “tengo la lengua cansada”. Y cuán necesario son los semáforos que detengan la lengua en el momento propicio. El tema puede resultar algo trivial, pero es tan importante el uso de la lengua, que el Apóstol Santiago dice que "la lengua es como un timón que dirige nuestra vida, que las palabras que hablamos son como fuego que inflama toda la existencia, es pequeña entre nuestros miembros, pero puede alterar la rueda de la creación", puede echar a perder toda una sociedad. En tanto, nuestro Señor Jesús nos dice que solamente la verdad nos hace libres y que nos hace caminar por el camino de la verdad.
El apóstol san Pablo en su carta a la iglesia en Roma, les señala que quienes practican la mentira y el engaño, se transforman en bocas llenas de maldición y de amargura, cuya garganta se asemeja a una tumba abierta.
Sin duda que la mentira y el engaño, degenera pueblos y naciones que hace que la curva de la integridad, caiga sin límites. Inolvidable y atemporal, es la expresión del profeta Samuel al declarar: “El Espíritu del Señor habla por medio de mí; sus palabras están en mi lengua”, quién anhele esta verdad debe detener su lengua, pues la Palabra de Dios es sagrada, y no habita en bocas cuyo fluir es maldición, amarguras y quejas.
Pablo en su carta a los Efesios los insta a no tener un lenguaje corrompido, con el objetivo de entregar la gracia de Dios a toda criatura. En el libro de Las Lamentaciones, el profeta Jeremías nos llama a escudriñar nuestros caminos, de la misma forma, escudriñemos nuestro hablar y esforcémonos en mantener una lengua íntegra, porque este mundo, es un colorido globo de cumpleaños que reventará cuando nadie lo espere.
La lengua no se cansa, pero debemos saber detenerla, y dejar fluir la verdad; a veces las pasiones, la vanidad y el orgullo, impiden su paso, pero quienes la practiquen, disfrutarán de los buenos frutos de la vida. Reflexionemos sin detención hasta que toda lengua confiese que Jesucristo es El Señor.
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